lunes, 4 de julio de 2011
Koan Zen
El discípulo Doko se personó ante un maestro zen, y le dijo: “Estoy buscando la verdad. ¿Cuál es el estado mental en el que debo perfeccionarme para encontrarla?”.
Dijo el maestro: “No hay mente, de modo que no puedes ubicarte en estado alguno. No hay verdad, de modo que no puedes perfeccionarte para alcanzarla”.
“Si no hay mente que perfeccionar, ni verdad por encontrar, ¿por qué tienes aquí esos monjes que se reúnen todos los días ante ti para estudiar el zen y perfeccionarse mediante ello?”
“pero si aquí no hay siguiera un palmo de sitio”, dijo el maestro, “cómo podría haber una reunión de monjes?”. “¿Y yo no tengo lengua, ¿cómo podría entonces llamarlos o impartirles enseñanzas?”.
“Oh, ¿cómo puedes mentir así?”, dijo Doko.
“Pero si no tengo lengua que me permita hablar, ¿cómo podría mentirte?”, respondió el maestro.
Entonces, Doko dijo con tristeza, “No puedo seguirte. No puedo comprenderte”.
“Yo no puedo comprenderme a mí mismo”, dijo el maestro.
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